miércoles, enero 14, 2009

Disgusto

Hoy he hecho algo que no lo había hecho antes: irme de clase de mal humor, de mal talante.
Pero no es de eso de lo que voy a hablaros.
Ya está.
Me ocupa ahora que seáis capaces de realizar un comentario sobre un texto literario, con profundidad y rigor.
Necesitáis saber qué urdimbre, qué base tiene la literatura para poder acercaros al texto y sacarle el jugo.
Y eso es mucho tomate.
Hoy explicaba (por lo menos trataba de hacerlo) qué hay detrás de un poema (así en general).
Siempre hay un yo lírico, una emoción, un sentimiento: amor, lealtad, admiración, enfado, tristeza, melancolía, pena, angustia, ilusión, esperanza, dulzura, comprensión, indiferencia, sarcasmo, cólera, locura...
Eso "yo" no se queda ensimismado, narcisistamente encerrado en sí, sino que sale de sí, se expresa, se hace visible. Por eso existe el poema.
Y también hay un "tú". Ese "tú" lírico a veces se esconde, pero otras veces aparece dicho, aparece como el responsable de la emoción.
Estaba buscando, cuando me he ido de clase, lo siguiente:

Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder:
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

Esa tensión emotiva, ese flujo de sentimiento que transmite la poesía tiene una forma de expresión: la redundancia. La poesía lírica no progresa en el tiempo, se empantana, se repite, se vuelve eterna, intemporal.
Las formas poéticas buscan el verso, buscan el ritmo como su más perfecta expresión.
Cada verso pone una cinta al sentimiento, hasta que lo cubre.
Y las cintas se enmarañan en rimas, se trenzan en anáforas, se colorean con las metáforas, se doblan con los paralelismos, se ensanchan con hipérboles y polisíndetos, se adelgazan con las elipsis, se adornan con los epítetos.
Mañana os hablaré de los narradores.
Son los cuentacuentos.
Cumplen un papel esencial en la sociedad: nos la retratan.
Y os hablaré del narrador omnisciente y del narrador testigo y el que es narrador de sí mismo.
Volveremos a la 3ª persona y a la 1ª.
Y cuando enfrentemos el diálogo de la narración, conoceréis el estilo director, el indirecto, el libre directo y el libre indirecto. Y el monólogo interior.
Pero eso, mañana.
Chema.

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